El Laberinto: Búsqueda interior y complejidad psíquica
- geraldinefowler
- 29 jun
- 4 Min. de lectura

Desde el inicio de este camino de exploración interior, has ido recogiendo símbolos como señales para avanzar: una llave para abrir pasajes secretos, un pájaro para escuchar el impulso del corazón, una sombra para domesticar lo que te asustaba. Hoy entras en un espacio más amplio, aún más complejo: el laberinto. Un lugar donde no hay línea recta, donde cada desvío es una pregunta, una revelación, a veces un callejón sin salida… pero nunca un error.
Hay algo hipnótico en el laberinto. Una atracción profunda, entre el miedo a perderse y la curiosidad por descubrir lo que se esconde en su interior. Es un símbolo antiguo y universal que refleja a la perfección los giros del alma humana: sus contradicciones, sus zonas de sombra y sus destellos. En este recorrido sinuoso, cada paso te acerca un poco más a ti mismo (a).
El laberinto suele asociarse con la búsqueda de uno mismo y los desafíos del desarrollo personal. Evoca la pérdida, la confusión, pero también la iniciación y el descubrimiento. Desde la mitología griega hasta el simbolismo junguiano, ¿cómo descifrar este viaje interior?
El mito fundacional: Dédalo, Teseo y el Minotauro
Seguramente conoces esta historia mítica: el laberinto que Dédalo construyó en Creta para encerrar al Minotauro. Teseo entra para enfrentarlo, pero solo logra salir gracias al hilo tendido por Ariadna. Ese hilo quizás sea tu intuición, una mano extendida, una chispa de luz en la niebla. El Minotauro representa lo que muchas veces preferimos evitar: nuestros miedos, nuestros impulsos, nuestras sombras. Y sin embargo, es enfrentándolos como avanzamos.
Cuentos y enredos: los caminos de la infancia y del alma
Los cuentos están llenos de laberintos disfrazados. Hansel y Gretel se adentran en un bosque que borra los puntos de referencia. Alicia cae en un mundo sin lógica aparente donde su identidad se descompone y se transforma. Cada giro, cada obstáculo, es una ocasión para aprender, para revelarse. Y a menudo, son figuras femeninas las que muestran el camino: guías, guardianas, a veces inquietantes, pero siempre iniciadoras.
El laberinto según Jung: sombras, círculos y centro sagrado
Carl Gustav Jung veía en el laberinto un espejo del proceso de individuación. Un camino interior lleno de pruebas, resistencias y repeticiones. Es atreviéndote a detenerte, a mirar tu Sombra —esa parte de ti que has escondido— que encuentras el acceso al centro. Y ese centro no es un objetivo lejano… sino un recuerdo olvidado de ti misma. Más un regreso que un inicio.
De las piedras a los píxeles: formas simbólicas del laberinto
Desde los laberintos grabados en piedra hasta los arbustos podados de los jardines europeos, el ser humano siempre ha proyectado en el mundo exterior los "intringulis" de su mundo interior. El laberinto de Chartres, famoso motivo espiritual incrustado en la catedral, se recorre en silencio, como una peregrinación hacia uno mismo. Estos trazados antiguos ya invitaban a la lentitud, la atención, un progreso más interior que lineal.
Y luego llegaron los píxeles. Pac-Man, el videojuego icónico de los años 80, te arrastra por un laberinto fluido y sin fin: un pequeño personaje que avanza frenéticamente, perseguido por fantasmas, devorando puntos como si fueran metas… o distracciones. Es colorido, dinámico, lúdico… y sin embargo, tan parecido a nuestras propias carreras interiores. Giramos en círculos, esquivamos, volvemos a empezar. Un ciclo. Una tensión. Una búsqueda.
Hoy nuestros laberintos ya no se ven: se esconden en la sobrecarga de información, en las exigencias de éxito, en las contradicciones que llevamos dentro. Construcciones mentales y emocionales en las que es fácil perderse sin siquiera moverse. Circuitos invisibles, pero muy reales, que requieren tanta lucidez como amabilidad para ser atravesados.
Un desvío cinematográfico: Dentro del laberinto de Jim Henson (1986)
Si creciste en los años 80 o te encantan los relatos oníricos, probablemente el film Dentro del laberinto (Labyrinth) te marcó. Con David Bowie en el papel de Jareth, rey ambiguo y seductor, este cuento moderno presenta a Sarah, una joven que se sumerge en un mundo extraño para salvar a su hermanito.
Su recorrido está lleno de lo absurdo, de encuentros simbólicos, de trampas y espejismos —igual que las fases de transición en la vida. Lo que Sarah descubre no es solo la salida, sino quién se convierte al caminar. Y como en la película, a veces los desvios son más importantes que la meta.
No temer a los rodeos
El laberinto no es un error. Está ahí para enseñarte a caminar de otra manera. Te obliga a frenar, a escuchar, a confiar. Incluso cuando crees estar girando en círculos, incluso cuando te sientes perdida, cada desvío te acerca un poco más a ti. Y quizás… lo que se encuentra en el centro no es una salida. Es un nuevo comienzo.
Y tú, ¿dónde estás en tu propio laberinto? ¿Cuál ha sido el laberinto más importante que has atravesado en tu vida?
¿Alguna vez has sentido que girabas en círculos sin salida a la vista? ¿Cuál es tu propio hilo de Ariadna: una intuición, una persona, una pasión, una fe?
¿Cuáles son los “fantasmas” o los “minotauros” que has tenido que enfrentar?– ¿Los desvíos que has tomado en la vida: los ves como pérdidas de tiempo… o como revelaciones disfrazadas?


Excelente artículo !!!.
Profundo y reflexivo, nos ayuda a entender que ni el tiempo ni la vida son lineales, las múltiples realidades posibles, pareciera que nos sumerge en un mundo mágico, dónde incluso somos capaces de tomar diferentes rumbos en cada minuto, cambiando incluso el desenlace de eventos pasados, antes imposible de imaginar para mí... En fin, gracias Geraldine